sábado, 10 de diciembre de 2011

La maternidad invisible


Paola, de 38 años, se sienta en mi consulta con su hija de tres meses en brazos y de inmediato sus ojos se anclan en los míos. Ojos bordeados por la sombra negra del sueño, el cansancio y la pena. Nos miramos un rato. Se me aprieta la garganta y mis propios ojos se llenan de lágrimas. En medio del silencio, mientras nos miramos, me dice: “Gracias, ya vi que me entendiste sin necesidad de hablar”.

“Me siento sola, agotada, no doy más. No me reconozco, me siento torpe, odio mi cuerpo, vivo con hambre y sed. Tengo sueño, no doy más… voy a morir, de verdad, ¡no doy más!”. Paola llora con fuerza y habla levantando la voz.

“Me siento tan sola… ¡me aburro tanto! Jamás pensé que esto me iba a pasar, todas aman a sus hij@s, yo te juro que la amo, pero por momentos quiero que se la lleven lejos. No soporto cuando se despierta por la noche, siento justo cuando se va a despertar y me tapo los oídos para no escucharla… al final voy igual, la saco de la cuna la acuesto en mi cama y le doy pecho. Ahí las dos nos calmamos y nos dormimos. Pero después siento que estuvo mal, que quedarnos dormidas juntas le va a hacer mal y va a hacer muy dependiente de mí durante toda la vida, que debo aprender a educarla ahora… y yo ya no doy más”.

Un espacio de silencio y suavemente le digo: “Te encuentro razón, yo estaría igual que tú. De hecho, lo he estado”. Paola con su cara, sus mocos y penas, queda detenida de nuevo en mis ojos.

Conversamos cerca de una hora y media, dio pecho entre medio, mudó a su guagua y nos despedimos con un abrazo apretado. No supe más de ella. Hasta que apareció en un Grupo de Crianza.

El puerperio que se vive durante el postnatal (5.5 meses en Chile), pero que dura alrededor de dos años, es un período clave en la vida de una mujer. Es el momento de apertura hacia la fusión emocional con el cuerpo y mente de su hij@: lo que siento, lo siente. Intuyo lo que le pasa. Es un momento de la vida, explicado por la neurociencia, que entrega al cerebro de la mujer la oportunidad de producir cambios, redefinirse, encontrar una nueva identidad. Es una oportunidad para re/narrar nuestra historia, gracias a que cada hij@ nos da pataditas justo ahí, donde nos duele. Esas pataditas nos recuerdan nuestra historia infantil, nuestr@s llantos de guagua, nuestros miedos, sensaciones de abandono, balanceos infantiles. Nos recuerdan a la mamá, al papá -si es que hubo-, a la sensación de la camita de la sala cuna, al olor de la “tía” del jardín infantil y de las colchonetas donde dormíamos la siesta.

El problema es que durante el puerperio, nadie nos mira. La mujer está sola. La propia madre en el trabajo, la hermana sobre demandada, el marido llegando tarde, como la mayoría en los tiempos que corren. Esperamos con ansias ir al pediatra para salir de la “reclusión domiciliaria” que implica estar 24/7 a cargo de nuestr@ hij@. Los 25 minutos que nos dieron, no son suficientes para llenar nuestro vacío, nuestras ansias de sentirnos acompañadas, acurrucadas, sostenidas por otr@. No importan quién, sólo importa sentirnos no cuestionadas, amparadas, queridas, bien tratadas. Mientras tanto, las demás mujeres, están trabajando, ganando bonos, nosotras… ganando llantos y mocos y a eso le sumamos la culpa de sentirnos felices cada vez que nuestro hij@ se duerme.

¿Cómo se logra el acompañamiento necesario si la maternidad es invisible a los ojos de la sociedad de hoy? Sociedad que valora y premia a la “mejor mujer empresaria”, “a la más bonita y sexy”. ¿Cuándo y cómo se valora el tiempo con lo hij@s, los besos que les damos, las tareas que hacemos con ell@s, las llevadas al doctor? ¿Alguien nos premia? ¿Salimos en las revistas por eso? De hecho, temas de maternidad en las revistas femeninas de nuestro país, me lo han dicho “sorry, no vende”. Y además pagamos cinco veces más en los sistemas de salud.

El puerperio existe aunque no se vea. El problema es que sin políticas públicas de apoyo a la lactancia, crianza, m(p)aternidades. Durante el cumplimiento de la ley de postnatal, las mujeres modernas se van a ahogar en las mareas de la maternidad, porque el mensaje fue, “sé independiente”. Tendremos mujeres angustiadas, deprimidas, apanicadas, cortando lactancias, muchas veces duras y violentas. ¿Por qué? Porque se encuentran solas; y ningún ser humano merece soledad, menos cuando se es madre. La madre deviene madre en tanto es madre, por eso ella está naciendo y necesita de cuidados, compañía, cariños y seguridad. Exactamente lo mismo que necesita su hij@ para crecer sano.

Es crucial que existan grupos de mujeres o de crianza en cada comuna, casas abiertas para el encuentro entre madres en puerperio con sus hij@s en brazos. Para que puedan juntas acompañarse, validarse, abrazarse y llorar… Para que juntas podamos pensar como se piensa durante esta etapa de nuestras vidas, para poder ensayar nuestro poder materno, nuestra intuición, nuestro pensamiento que se aleja de lo concreto laboral. Para compartir datos, para ser escuchadas sin ser juzgadas, para hacer comunidad maternante, para ser, simplemente ¡más felices!

Fuente: http://www.momwo.com (Leslie Power)

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